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300
Director/es:
Zack Snyder

País: Estados Unidos
Año: 2006
Duración: 117 min.
Ficha técnica y artística:
Guión: Zack Snyder, Kurt Johnstad, Michael B. Gordon, basado en la novela gráfica de Frank Miller Producción: Gianni Nunnari, Mark Canton, Bernie Goldman y Jeffrey Silver Música: Tyler Bates Fotografía: Larry Fong Ficha artística: Gerard Butler, Lena Headey, David Wenham, Vincent Regan, Rodrigo Santoro, Dominic West
 
 
SINOPSIS:
Leónidas, el rey de Esparta, conduce a su reducido grupo de soldados al paso de las Termópilas, donde lucharán por contener el avance del terrible ejército persa en sus pretensiones de invasión. Mientras tanto, la reina Gorgo, esposa de Leónidas, se enfrenta a los corruptos gobernantes espartanos en un intento desesperado por enviar ayuda al rey en tan crítica situación.
Seguramente todo aquel que amara la novela gráfica de Frank Miller, esperaba que su traslación a la pantalla constituyera una agresión impenitente a los sentidos, un viaje hiperviolento a través de sangre, vísceras y testosterona hacia la gloriosa muerte como único y sublime objetivo a alcanzar por aquellos que nacieron y crecieron para el combate; lo cual habría sido posible si este proyecto hubiera visto la luz hace 20 o 25 años -antes de que el cine se prostituyera con las múltiples influencias artísticas y sociopolíticas, casi ninguna buena, adquiridas en este tiempo- y lo hubiera firmado un creador sin miedo del porte de Milius o Boorman. Pero es inútil engañarse; desgraciadamente, en lo que al género épico y de aventuras se refiere, Gladiator y Matrix han supuesto un aparentemente irreversible punto y aparte que una vez más pasa factura. Con la sensiblería de la primera, la atrofia visual de la segunda, más otros detestables vicios importados de sus experiencias en el mundo de la publicidad, Zack Snyder perpetra este descafeinado peplum metrosexual disfrazado de carnicería cuyos deliberadamente confusos mensajes –promotores de injustificadas polémicas- apuntan en muchas direcciones sin llegar a destino alguno. Acometer la aventura de plasmar la batalla de las Termópilas tiene serias limitaciones argumentales; en primer lugar, las impuestas por la brevedad y concisión del relato de Miller que, retratado fielmente, resultaría imposible de desarrollar como largometraje; y en segundo lugar, la inevitable ausencia de sorpresas o giros de guión, en una trama harto conocida cuyo trágico desenlace no es un secreto para nadie. Frente a esos antitaquilleros condicionantes, solo quedan la pericia narrativa y la acrobacia visual como recursos para llegar a un público que demanda ser impresionado por algo nuevo; pero al confundir la innovación con el exceso y la desmesura  se anula la posibilidad de éxito en ninguna de las dos categorías. Mucho se ha presumido de la utilización en este film de similares recursos visuales a los que tan vanguardistas resultaron en la excelente Sin City, pero no necesariamente lo que fue bueno para aquella tiene que funcionar en 300 (Dejando al margen los talentos que respaldaban aquel acertado proyecto y que aquí, desde luego, no tienen equivalentes). Si cada innecesaria cámara lenta se hubiera acelerado a su velocidad normal, esta película no habría durado más que un episodio de Los Simpson, por no hablar de esa saturación de fantasía infográfica que desborda cada fotograma y resta credibilidad incluso cuando no debe; las supuestamente sanguinarias batallas pierden su crudeza de tan artificiales que resultan, y nada, -ni la belleza de los paisajes, ni la perfección física de los guerreros- parece auténtico en esta irrealidad virtual más apropiada para videoconsolas que para salas de cine. Por esa necesidad de extender el relato hasta el standard requerido, se ha creado una infantil subtrama de intriga y corrupción que, aparte de dar protagonismo a Lena Headey, solo sirve para amplificar –por mucho que Snyder lo niegue- el ideario pseudopolítico de este apenas disimulado panfleto en un tiempo de degradadas relaciones internacionales como el que actualmente se vive. Porque tal como se aboceta al pérfido persa -o iraní, según se prefiera-, es una criatura obscena, sin principios, indefinida moral y sexualmente, y tan deshumanizada que casi parece conveniente su matanza indiscriminada. Por contrapunto, la pretendida intención inicial de presentar al varón de Esparta como un ser descarnado y sin sentimientos que vive únicamente para matar y morir, queda segada cuando se nos muestra que este pueblo de recios guerreros es solapadamente gobernado por una mujer, no por su rey; y que el espartano, además de buen padre y excelente camarada, es un devoto y respetuoso esposo capaz de hacer el amor con la dulzura y pulcritud de un anuncio de perfume. En 300 no son dos ejércitos los que se enfrentan, sino la pureza contra la fealdad, la austeridad contra la ostentación, la rectitud contra la anarquía, y el sacrificio contra la omnipotencia. Un canto más a la libertad, a la justicia, a la corrección política y a todos los valores que conforman ese estilo de vida americano que jamás se cansarán de inculcar al mundo. No importa que el punto de partida sea un cómic; el cine siempre debe seguir siendo cine, y sin un equipo con talento no pueden conseguirse logros. Watchmen, obra compleja de controvertidas directrices éticas, es la siguiente aventura gráfica que, según se ha anunciado, pasará por las defenestradoras manos de Snyder, para rabieta de ese versátil narrador eternamente enfrentado con Hollywood que es Alan Moore. Provoca pánico pensar en los resultados.
M.M.M.
Publicado el 23-03-2007
 
Valoración:

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