A finales de los 70, John Barry ya había demostrado sobradamente, a traves de sus notas rebosantes de sensibilidad, su maestría para la recreación de situaciones y entornos bucólicos (Recordemos
Walkabout,
Robin y Marian o
The Dove, entre otras), pero esa seguía aún sin ser su faceta más reconocida. Tras hacerse famoso como compositor oficial de 007 y verse inmerso en una serie de producciones de dudoso prestigio (a pesar de sus interesantísimas partituras) como
King Kong,
El desafío del búfalo blanco,
Star Crash o
Juego con la muerte, fueron precisamente obras como
La calle del adiós las que prepararon el trampolín hacia la que sería la cara más amable, cálida y, a la postre mejor valorada del mítico compositor inglés.
Después vendrían perlas como
En algún lugar del tiempo,
Memorias de África,
Bailando con lobos y tantas otras que consolidaron a Barry como el autor lírico por excelencia, pero mientras estas recibieron su merecido tratamiento por parte de las discográficas,
La calle del adiós ha permanecido en un incomprensible olvido hasta este momento en el que por fin disponemos, gracias a la veterana firma Varese Sarabande, de una magnifica edición oficial. (Existía un promocional que servía para cubrir, en alguna medida, las expectativas del aficionado).
Es de todos conocido que, salvo raras excepciones, John Barry no aboga por la profusión de melodías, y muchos de sus trabajos, pese a su indiscutible calidad, han pecado precisamente de monotonía por la uniformidad de su contenido.
La calle del adiós no es una excepción, y
no podemos negar que el tema central se reitera hasta la saturación; sin embargo ciertos cambios de registro requeridos por el guión –no olvidemos la incursión de una trama bélica que interrumpe el romance-
obligan a alterar el carácter del mensaje musical, contribuyendo a aligerar la obra; mientras que la primera mitad de la partitura se centra en adornar la prohibida historia de amor nacida entre los protagonistas mediante pasajes tan hermosos como
Making Love o
Trying to Forget, la segunda parte, más violenta y sombría, nos pasea por los avatares de la guerra a través de enérgicos temas cargados de dramatismo, como
Gestapo Headquarters o
Motorcycle Chase and Bridge Battle. La correcta combinación de ambos talantes constituye una bien conformada experiencia artística que supera con creces la mediocridad de la cinta.
En cualquier caso,
es tal la belleza alcanzada por este poético músico que fácilmente podemos perdonarle ese pequeño vicio de la repetición cuando nos entregamos incondicionalmente al disfrute de tan emotiva composición, absolutamente contraindicada para momentos depresivos. El estupendo compacto que ahora llega a nuestras manos ofrece, además de la necesaria remasterización, algo de música diegética y varios cortes alternativos o revisados.
M.M.M.