Faltaba aún un lustro para el nacimiento de Star Wars, título que despertó al mundo de la banda sonora sinfónica los sentidos de millones de aficionados y ligó definitivamente el nombre de John Williams con el blockbuster espectacular. Y puesto que en los años que vivimos, las reediciones nos están brindando la calidad que las novedades no alcanzan, merece la pena redescubrir estas olvidadas obras previas a la consagración de los grandes autores. Dos años después de dar a luz una pieza maestra como Jane Eyre, y justo antes de sumergirse en el setentón cine de catástrofes, el prolífico Williams escribía una inquietante partitura para este tenso drama psicológico orquestado por Robert Altman en torno a las pesadillas y alucinaciones que atormentan a una escritora aislada en la campiña inglesa. La partitura resultante, mucho más atenta a cumplir con la imagen que a la comercialidad, puede parecer algo punzante a oídos del aficionado, pero nos da ocasión de conocer esa faceta comprometida y oscura del compositor, que luego reconoceremos en obras posteriores como Encuentros en la tercera fase. El propio autor maneja varios instrumentos en esta creación modesta pero ingeniosa y llena de brillo. Durante buena parte del score, el genial músico norteamericano hace gala del virtuosismo sinfónico que más tarde le haría inmortal, sobre todo mediante la ejemplar utilización del violín que demuestra en cortes como Blood Moon (Desechado en el film); pero los condicionantes de la historia exigen también muchos pasajes asonantes, que permiten a Williams el uso de recursos sonoros experimentales –algunos algo pasados de moda- como voces humanas y respiraciones distorsionadas. En el año 2000 se editó un compacto bootleg con esta misma compilación que, si bien no alcanzaba la calidad auditiva del de Prometheus, contaba con el interés adicional de incluir varias piezas de la juventud del autor, entre ellas trabajos para conciertos.

M.M.M.